En la actualidad, el debate sobre la gestión pública y la gobernanza debe ir más allá de los tecnicismos y las frases hechas. En la República Dominicana se percibe una creciente necesidad de un liderazgo renovado, comprometido y con una visión a largo plazo. En este contexto, la juventud dominicana emerge como el actor principal.
Los jóvenes hemos dejado de ser el “futuro” para convertirnos en el presente. Estamos tomando decisiones, ocupando espacios y demostrando que se puede gobernar de una manera diferente. A mis 35 años, como abogado y funcionario público, soy testigo de cómo jóvenes están liderando proyectos, diseñando políticas públicas y proponiendo cambios con un profundo sentido ético y ciudadano.
La gobernanza, que se entiende como la capacidad del Estado para responder con eficacia, transparencia y legitimidad, no puede materializarse sin la energía, la creatividad y la valentía de la juventud. Somos nosotros quienes estamos rompiendo paradigmas, impulsando la digitalización de servicios, promoviendo la innovación social y construyendo un Estado más humano, cercano y participativo.
Aunque los desafíos son considerables—desde resistencias culturales hasta estructuras que desconfían del liderazgo joven—nuestra generación no se detiene. Hemos aprendido a canalizar la inconformidad en propuestas, la crítica en acción y la esperanza en resultados tangibles.
La gestión pública necesita nuevas ideas y nuevos líderes. La solidez de la gobernanza dominicana dependerá del compromiso de sus jóvenes. No se trata solo de ocupar cargos, sino de ejercerlos con responsabilidad, integridad y una genuina pasión por servir. La juventud no es un invitado en la mesa de la política y la gestión pública, sino su protagonista. Cuando asumimos nuestro rol en la gobernanza, no solo transformamos el Estado, sino que también cambiamos el país.